Yo le di clases a un niño en un colegio privado de la ciudad, que se dice privilegiado, mucho antes de que naciera Elías, bueno le di clases a muchos, pero quiero contar la historia de dos, pues es el mismo colegio y mismo tiempo en que le di clases al hijo de Miguel Arrázola (Miguel Esteban), y ambos niños de forma diferente me parecían que culos de caspa, de forma muy distinta, pero ambos se comportaban como pequeñas células cancerígenas sociales que era necesario “extirpar”, o “corregir”, El primero lo veía muy brusco, algo patán y grosero, se despachaba muchas veces con conductas de auténtico atarván, era un poco como el “paraquito” del salón, no podía imaginarme otra cosa de él, que siendo un uribista y maltratador de adulto. El Arrázola -en cambio- era un niño con muchos niveles de hipocresía, era “tira la piedra esconde la mano”, posaba de decente y juicioso, pero era el cerebro de muchas cosas -pilatunas de escuela: no lo estoy acusando de nada más allá de eso, pero era desordenado, y no lo aceptaba, y no quería ser incluido en esa categoría-, y se indignaba si lo regañabas, se hacía el “mamasantón”, te acusaba con los papás, mentía, exageraba, hasta denunciaba las lecturas y películas que le mandabas a ver -sabía defenderse con las palabras, pero de modo deshonesto- (luego, el padre iba a pedir tu cabeza ipso facto por los contenidos impartidos, Y a tí te llamaban y te regañaban, y te decían que no pusieras a leer o ver tal cosa, incluso, en Grados 11 podían estrilar con “Cien años de Soledad” de García Márquez y “Ensayo sobre la ceguera” de Saramago por razones de mera censura sexual o ideológica, en el lugar había lironda ausencia de ciertas garantías laborales, y pues a mi juicio, el docente no era mirado como un intelectual o profesional, sino ligeramente como una sirvienta académica). Ambos crecieron, si soy honesto, no tenía las mejores expectativas para ninguno de los dos, me los imaginé derechosos extremos con el respaldo además que les daría cierta posición social… Miguel Esteban no me decepcionó, se convirtió exactamente en lo que creía sería, un niño que a los 11 años, lo ves haciendo algo -in fraganti-, y te exigía pruebas como un abogado. Pero el otro, el otro creció de modo distinto, y un día di clases en una universidad y me lo encontré allí -y yo dije mieeerda si aquí está este pelao-, pero que va, estaba transformado, hablaba más culto, su lenguaje y actitud de atarvancito con fuerza se había morigerado, mejor dicho, desaparecido, hablaba muy bien en público y tenía carisma, y yo sorprendido gratamente, pensando en que los milagros existen, bueno, ¡ese!, ¡ese estudiante!, me lo he encontrado en las protestas con sus amigos, alzando carteles, y pues nos hemos saludado, mientras charlabamos uno de sus compañeros ayudaba a Elías a encender su vela y protegerla con un vaso, y le pregunté que si seguía en aquella carrera, y este me dijo: -“¡No, me pasé para Derecho, acá me siento más identificado, y me pusieron lecturas que me hicieron entender más el país, por eso estoy acá!”.

Contrario, a lo que aparece en el final de la película alemana “Edukadores”, diré: -“CON EL TIEMPO ALGUNAS PERSONAS SI CAMBIAN”.

Atte,

El William,

(Le dí clases hace 11 años o más, debía tener el 12, 13, ahorita está entre mis lectores, y puedo etiquetarlo con orgullo. Saludos Bryan Ayala, jajajaja si supieras lo qué pensé en aquel momento de tí, y las frustraciones a las que me llevabas. Felicitaciones).

Ñapa: aaaah yo de ese colegio salí huyendo, como he salido huyendo de casi todas las instituciones públicas y privadas, escolares y universitarias de esta ciudad.

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William Castro