Sursiendo hilos sueltos
La cultura tiene que ser compartida, transformada, apropiada, copiada, difundida… si no, muere
Aún estamos en shock ante la serie de reformas recientes a la Ley Federal del Derecho de Autor y al Código Penal Federal que entraron en vigor el 2 de julio en México, y que forman parte de las leyes secundarias del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Con ellas se crea un mecanismo extrajudicial de censura en redes y se persigue a quien comparta obras culturales en plataformas digitales, además de la posibilidad de encausar a quienes reparan equipos de cómputo o celulares, y quienes abren candados digitales para adaptar, liberar o securizar software.
Cuando se supo de la iniciativa, inmediatamente surgieron voces en contra desde los activismos y organizaciones de derechos digitales, la libertad de expresión y el software libre, y se lanzó en redes la campaña #NiCensuraNiCandados, primero para informar y advertir de la aprobación en el Senado y el Congreso, y posteriormente para articular acciones que frenen su aplicación efectiva, como la declaración de inconstitucionalidad a través de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH): “Estas reformas representan una amenaza grave a los derechos humanos”.
Pensamos que estas reformas son un despropósito, por ilegítimas y anticuadas, que básicamente buscan criminalizar la apropiación y difusión de cultura a través de las redes digitales.
Como dice Jorge Bravo, presidente de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (Amedi), hoy tenemos el potencial de las TIC e Internet si se quiere cuidar y fomentar la cultura, pero en vez de apoyar redes de creadores, el desarrollo artístico y del conocimiento, se quiere criminalizar.
punitivismo
En un país sumido en la violencia: asesinatos, desapariciones, feminicidios, secuestros… y mucha impunidad, ¿es necesaria una ley que imponga multas millonarias y cárcel para perseguir a quienes tienen inquietudes artísticas, técnicas o sociales y usan las redes digitales para ejercer sus derechos? Este no es el camino para que unas reformas aporten al “progreso”, la “innovación” y la cultura. Sobre todo en un país con desigualdades socio económicas, con tantas carencias que habría que atender, una deuda histórica con la verdad y la justicia que se mantiene viva en la libertad de expresión.
El acceso al conocimiento y a la cultura en redes forman parte de lo que llamamos derechos digitales colectivos, que son necesarios respetar, proteger y fomentar. El adjetivo “colectivo” es particularmente importante en este caso porque las manifestaciones culturales y del conocimiento son, en efecto, manifestaciones que se crean y mantienen siempre a partir de conocimiento anterior.
fast-track
Parece ser que nunca ha habido tanta rapidez en la aprobación de una ley (o su reforma) en México: el senador Ricardo Monreal trabajó en una iniciativa que el Senado aprobó el lunes 29 de junio, el Congreso hizo lo mismo el martes 30, se publicó el miércoles 1 de julio en el Diario Oficial de la Federación y entró en vigor al día siguiente [2 de julio]. Todo en menos de una semana. A pesar de que existía la posibilidad de hacerlo a lo largo de dos años, como marca el propio T-MEC.
Con ello se han evitado consultas, conversaciones y debates necesarios para buscar el consenso social, como debiera ser en cualquier Estado democrático (máxime con un gobierno de izquierda). Incluso su impulsor, Ricardo Monreal, reconoce que hubo cierta presión para aprobar los cambios rápidamente.
neoliberal
La iniciativa de estas reformas son una copia del país vecino del norte. En su justificación, que también se recogen en el Dictamen de las Comisiones Unidas de Cultura y de Estudios Legislativos del Senado, que “atiende las preocupaciones que surgen a partir de la existencia del entorno digital”, y añade: “las tecnologías de información y comunicación han permeado el dinamismo de las actividades cotidianas, ahora el acceso a medios de comunicación o entretenimiento está a solo un clic de distancia, habilitando a cualquier persona para acceder a información y contenidos sin mayores restricciones que aquellas de inherentes al acceso a Internet”.
Seguidamente habla de los autores y creadores, la importancia que tienen, y que deben ser retribuidos. Y tras ello presenta datos sobre “el mercado de la industria creativa” y “las industrias basadas en la creatividad”, cuyas actividades se transforman en bienes y servicios con un “impacto económico”. Todo ello para introducir “el común denominador para las industrias creativas es la propiedad intelectual, en específico el derecho de autor y derechos conexos, como una parte esencial de dichas actividades”.
Y por supuesto, habla de piratería con datos de la Coalición de Acceso Legal a la Cultura, compuesta por la patronal del sector y sociedades de recaudación. Juez y parte.
Desde este preámbulo que justifica la iniciativa aprobada se intenta confundir industrias culturales con cultura y personas creadoras, que no tienen mucho que ver y a veces están enfrentadas. Quienes detentan grandes intereses en los derechos de autor son conglomerados como Televisa, Universal, Disney y demás majorities de la industria, que son quienes se benefician de este tipo de leyes. Las personas creadoras, autoras y artistas apenas obtienen beneficios de esta recaudación, que es una parte de lo que se llama derechos de autor, otra importante es el reconocimiento de autoría, que siempre debiera respetarse.
¿Pero qué pasa con las grandes plataformas digitales? Por ejemplo, cuando abrimos una cuenta aceptamos y otorgamos a la red social “una licencia internacional, sublicenciable, transferible, libre de regalías y no exclusiva para alojar, usar, distribuir, modificar, administrar, copiar, mostrar o exhibir públicamente y traducir tu contenido, así como para crear trabajos derivados de él”. Sin embargo, la ley no se mete con Facebook, Google y demás, las cuales sí pueden usurpar los derechos de autor.
En ese sentido, estas reformas allanan el camino para criminalizar y perseguir prácticas contrarias a los intereses de las trasnacionales tecnológicas y culturales, en nombre de la “cultura” como concepto general. Y sigue la senda de individualización, desigualdad, restricción de acceso, consumo pasivo… en los que se basa el neoliberalismo.
La cultura, libre y participada
Frente a las reformas aprobadas y ya en vigor está la cultura libre. Hasta hace unas décadas, el derecho de autor restrictivo podría tener sentido para proteger a los y las creadoras ante los abusos de la industria, pero en estos tiempos en que las tecnologías digitales cada vez predominan más está sirviendo para poner barreras que perjudican a autores y autoras y al público. Así surge el movimiento de la cultura libre, porque “la facilidad técnica para el acceso y la reutilización de la cultura, en contraposición con las barreras legales cada vez mayores estimuladas por algunas industrias estadounidenses, pusieron en evidencia una contradicción que estimuló la crítica y el activismo”.
De ahí también surgió la Definición de trabajos culturales libres (2006), que expresa la importancia de:
-la libertad de usar el trabajo y disfrutar de los beneficios de su uso.
-la libertad de estudiar el trabajo y aplicar el conocimiento adquirido de él.
-la libertad de hacer y redistribuir copias, totales o parciales, de la información o expresión.
-la libertad de hacer cambios y mejoras, y distribuir los trabajos derivados.
A diferencia de las leyes de derechos de autor restrictivas, “la cultura libre implica el derecho humano a participar en la vida cultural”, que “es algo que se alimenta de contribuciones individuales y de interacciones sociales que construyen un patrimonio colectivo”.
Modelos de sociedad: televisión o red
En los últimos 30 años se están produciendo crisis y transiciones sociales, en las que la Internet es protagonista. Una de ellas es la que pone en crisis el modelo televisión frente a la emergencia del modelo red, donde el primero es un modelo de representación y transmisión desde lo industrial, centralizado, vertical, excluyente, opaco y unidireccional de privilegiados hacia espectadores-consumidores, y el otro es un modelo abierto, de conversación, de horizontalidad, que busca la democratización de la creación, desbordar los monopolios culturales para dar paso a la participación. Crisis de un modelo de escasez y de expertos que abre la posibilidad de ejercer derechos básicos, como el acceso al conocimiento y la colaboración, la interacción y la contribución cultural.
Esto hace enriquecer a la sociedad porque la cultura tiene que ser compartida, transformada, apropiada, copiada, difundida, si no, muere. Acompañado del reconocimiento social a la creación, de la mejor redistribución de las riquezas. Sin embargo, reformas como las recientemente aprobadas no apoyan estas máximas de la cultura libre sino que nos “devuelven” a un modelo televisión. Varios factores hacen cada vez más compleja la compartición libre de conocimiento. Que lo hagan también a través de leyes es preocupante y, por lo pronto, antidemocrático. Sobran ejemplos de como se aplican discrecionalmente estas leyes cuando se quieren realizar “castigos ejemplarizantes”.
Esas libertades enumeradas antes de la cultura libre se inspiran en el copyleft y el software libre. Ambos conceptos, prácticas y movimientos fueron iniciados por Richard Stallman en los años 80 precisamente como forma de evitar los candados tecnológicos que imponían los grandes fabricantes de hardware y software.
Y existen ya diferentes licencias para las obras artísticas, científicas y culturales, como las Creative Commons o la licencia de Producción de Pares (P2P), entre otras, que tienen como fin la circulación del conocimiento, la posibilidad de acceso a la cultura y su crecimiento, manteniendo la autoría y otorgando retribuciones a los y las creadoras.
Una propuesta final
En el caso concreto de México seguiremos difundiendo qué puede suceder y apoyando para que no se perjudique a la participación de la sociedad en la cultura a través de las redes digitales. Seguiremos optando por la cultura libre, por licencias libres, por software libre, para que personas creadoras no engorden las filas del copyright y demos el salto al modelo red, para que podamos habitar Internet de una forma diferente a como nos quieren imponer los poderes neoliberales.
Algunas lecturas recomendadas:
–La muerte de la autoría como fundamento de una cultura libre.
–Cultura libre. Crear, modificar, compartir.
–Cultura libre del Sur global: un manifiesto.